martes, 25 de diciembre de 2012

Tratando adictos al alcohol


Todos los que de una u otra forma llevamos años  relacionados con el tratamiento, la prevención, la ayuda, etc., de personas con problemas de alcohol sabemos que la última década y en especial en los últimos años, el perfil de los alcohólicos y alcohólicas ha variado mucho respecto ha pasado.

Mayoritariamente son más jóvenes, están menos deteriorados físicamente y presentan características de consumo distintas al alcohólico clásico

Por lo general ese consumo, se diferencia del clásico por dos razones esenciales:

  No es diario y sin posibilidad de abstenerse un solo día

  Está mezclado el alcohol con el consumo, cuanto menos, esporádico de otras sustancias.

Hace unos años, la mayoría de los enfermos y enfermas que acudían a los recursos de tratamientos  eran claramente DEPENDIENTES DEL ALCOHOL

Dado que esta conducta era evidentemente mayoritarias y además de consecuencias fácilmente identificables con la imposibilidad de dejar de beber, se entendía que sólo era ésta, la conducta que definía a un alcohólico o alcohólica

Por ello, otras personas con problemas de alcohol que no respondían a ese estereotipo, eran consideradas como enfermos menos graves o en muchos casos como personas que aún no padecían esta enfermedad.

Hace algo más de dos  décadas, el profesor Alonso Fernández ya hablaba de las diferencias entre dependencia y adicción y alertaba de que esta segunda posibilidad no era solo la posible antesala de la otra, si no un trastorno en sí mismo y grave que a corto plazo definiría más enfermos que la propia dependencia.

El adicto no tiene una necesidad física de consumir y por tanto en el caso del alcohol, no es un bebedor excesivo regular (diario).

Ello se debe a que dicho trastorno, también asumido por la OMS, es un trastorno que procede más de la falta de control de los impulsos, que de la propia necesidad física de consumir.

El adicto al alcohol bebe solo en ciertas ocasiones y circunstancias y cuando deja de beber puede mantenerse aparentemente en abstinencia a voluntad.

Sin duda, esta característica es la que los ha mantenido apartados de nuestros tratamientos desde siempre.

Sin embargo esto no es así, la abstinencia no está bajo su control si no en función de muchas circunstancias externas que el individuo no puedo ni escoger ni manejar.

Quizás, porque su problema es más de impulso que de dependencia, el adicto actual es un policonsumidor y las causas de esta conducta pueden ser múltiples, a saber:

  La oferta de muchos tipos de sustancias etiquetadas como no generadoras de  dependencia física, lo cual  reducen el sentimiento  de riesgo

  La costumbre cada vez más extendida de diversiones que se extienden muchas horas y que se mantiene a base de diferentes consumos de sustancias con diferentes efectos (depresivos, excitantes…)

  Una alta permisividad social a este tipo de conducta que se justifica como “es la forma en que se divierte hoy la gente”, “solo es cosa de fin de semana”, “se hace o no se hace a voluntad”.

La realidad sin embargo es más dura:

Estas conductas están elevando los niveles de consumo en ciertos segmentos de población de forma muy alarmante

Los sectores a quienes más afectan este tipo de conductas, son los más vulnerables (esencialmente a causa de la edad)

Los problemas que provoca el consumo son muy graves, intoxicaciones agudas graves, efectos tóxicos cruzados, alteraciones psicológicas graves, perdida importante de conciencia, comas etílicos ….

Y todo ello sin dejar atrás las consecuencias colaterales, accidente de tráfico, peleas, agresiones físicas, embarazos no deseados, conductas sexuales de riesgo, comisión otros de delitos.

No serán dependientes en sentido clásico pero…  ¿Son estos problemas graves?.

Con independencia de la gravedad de los problemas que suponga esta nueva forma de consumo, a nosotros, quienes hemos decidido ayudar a los que piden ayuda, lo que nos  debe importar son dos cosas:

  Tenemos la obligación de atenderles

  Debemos adaptarnos a su problemática para atenderlos bien.

El hecho de que no tengan tantos puntos de coincidencia con los alcohólicos más clásicos, no debe ser un motivo de rechazo, bien al contrario, debe ser el acicate para tratar de ayudarles.

Con una u otra forma de beber son personas a las que el alcohol les provoca problema y esa es la finalidad de nuestro trabajo

Debemos intentar ser comprensivos, sin tratar de que piensen y sientan como los hacen o lo hacían los alcohólicos clásicos, aunque solo sea porque sus circunstancias y sus vivencias son diferentes.

No debemos olvidar que la base de nuestro éxito, desde siempre, ha sido la acogida, el crear un clima de apoyo y comprensión hacia quienes llegaban con un problema

Incluso debemos aceptar que estos nuevos enfermos, menos deteriorados y más jóvenes, es lógico que les cueste más, al principio, mantener la abstinencia

¿Cómo hacerlo?

Buscando puntos de identificación:

  Tratando que en los grupos y en la acogida, se hable más de cómo se siente, como lo viven, como se pierde el control, como se trata de salir sin éxito una vez y otra, como se recurre a todo tipo de justificaciones, como se lleva a un segundo plano todo en aras de hacer aquello que según los propios adictos no los  domina

Evitando:

  Referencias continuas a la forma de abuso clásico del alcohol y a las experiencias basadas en esas conductas

  Prestar más atención a las carencias que tratan de suplirse con el consumo, que a los  efectos de la dependencia.

  Planteando alternativas factibles que puedan posibilitar la gratificación y la capacidad de acción,  que se busca en el consumo.

  Haciéndoles recapacitar en que esas conductas coartan más su libertad que el hecho de abandonarlas que a veces se vivencian como : ¿y por qué no yo?.

Adaptando horarios de atención a las peculiaridades de estos nuevos usuarios. Especialmente hay que cuidar cubrir con actividades en grupo aquellos momentos en que la posibilidad de recaer es alta (viernes noche, sábados noche…).

  Potenciando las actividades lúdico-recreativas acorde a sus expectativas, que les permitan poder divertirse sin necesidad de realizar consumos de alcohol y otras sustancias adictivas. En este punto hay que estudiar la puesta en marcha de actividades   como la meditación o de ejercicio físico que ayudan a aumentar los niveles de endorfinas de un modo  sano.

Málaga, diciembre del 2012.

 

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